Y me costó eh, me costó darme cuenta que es lo quiero, lo que me hace bien aunque igualmente siempre que elijo no pienso en lo que gano, si no en lo que dejo de lado. Es ese maldito inconformismo que no se va a ir tan rápido (o nunca). Oh no, es un proceso lento y, a veces, doloroso, al pedo, pero bueno, es así.
El otro día en terapia hablando un poco de todo esto y de algo más, termina la sesión y la psico me pregunta con cara de extrañada algo así como “te-diste-cuenta-que-es-la-primera-vez-que-decis-que-queres-estar-bien?”
Y sí, se me frunció el culo, debo confesar, porque ni yo me lo creía. Pero bueno, no sé, será las ganas de vacacionar, tanto sexo que estoy teniendo o mis nuevas paredes pintadas de azul. Pero al parecer ahora quiero estar bien o, no sé, estoy bien, que loco, es verdad, nunca lo había dicho. Nunca en casi un año de terapia. Faaaa, sigo sorprendida.
Ni yo me la creo. Por eso lo escribo, para no olvidarlo.