Porque parecería que fui “hecha” para ser perfecta. Era inadmisible pensar que me iba a ir mal en algo, es que yo demostraba todo lo contrario y seguía al pie de la letra todo lo que me decían. Claro que en ese momento estaba bien, digo, hacer lo que me decían. Se ve que uno de repente empieza a crecer, ¿y viste ese momento cuando te vas dando cuenta que nadie es perfecto y que uno tiene que hacer lo que quiere? Pero, mierda, que es lo que quiero? Y lo que quiero es lo mismo que en lo que soy buena? Entonces me perdí, me sentía incomoda porque para mi lo que estaba bien era hacer lo correcto. Y la puta madre, nadie me vino a decir que no era tan así, o bah, quizás sí, pero obvio, no escuchaba.
Y me costó eh, me costó darme cuenta que es lo quiero, lo que me hace bien aunque igualmente siempre que elijo no pienso en lo que gano, si no en lo que dejo de lado. Es ese maldito inconformismo que no se va a ir tan rápido (o nunca). Oh no, es un proceso lento y, a veces, doloroso, al pedo, pero bueno, es así.
El otro día en terapia hablando un poco de todo esto y de algo más, termina la sesión y la psico me pregunta con cara de extrañada algo así como “te-diste-cuenta-que-es-la-primera-vez-que-decis-que-queres-estar-bien?”
Y sí, se me frunció el culo, debo confesar, porque ni yo me lo creía. Pero bueno, no sé, será las ganas de vacacionar, tanto sexo que estoy teniendo o mis nuevas paredes pintadas de azul. Pero al parecer ahora quiero estar bien o, no sé, estoy bien, que loco, es verdad, nunca lo había dicho. Nunca en casi un año de terapia. Faaaa, sigo sorprendida.
Ni yo me la creo. Por eso lo escribo, para no olvidarlo.